La paternidad no es fácil, y enojarte cuando tus niños se portan mal es completamente natural. Pero si los padres expresan sus emociones a través de gritos y bofetadas, esto puede tener serias consecuencias para el desarrollo de la personalidad del pequeño y para su salud mental. Un estudio realizado a 976 familias mostró que un grito de un papá causa cambios negativos en la estructura del cerebro y conduce a la depresión y al comportamiento antisocial en la adolescencia. Y aunque algunos creen que, sin tales medidas de crianza, el niño vivirá de sus padres e intentará dominarlos, existe una forma de transformar las relaciones familiares de tal manera que ya no sea necesario levantar la voz.
En Smalljoys creemos que nunca es demasiado tarde para convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos como padres. Estos sencillos pasos ayudarán a las mamás y a los papás a aprender cómo comunicarse con sus hijos de manera calmada y constructiva en cualquier situación.
1. Encontrar el desencadenante
Todos sabemos que gritar está mal, pero a veces no podemos evitarlo. Por ejemplo, están llegando tarde al kínder, y el niño no quiere vestirse. Te irritas e inmediatamente agarras a tu hijo y, sin ocultar tu rabia, empiezas a vestirlo. Las situaciones que te causan una reacción exagerada son considerados los desencadenantes.
El doctor y autor del popular libro Anger Kills (La rabia mata), Redford Williams, ofrece recordar y anotar los momentos que te causan ira para prepararte para ellos con anticipación o aprender a evitarlos. Por ejemplo, puedes acostar al niño media hora antes y, en la mañana, organizar una competencia para ver quién se viste más rápido.
2. “Pedir” que tu cerebro te advierta sobre un brote de ira
Es imposible evitar todas las situaciones exageradas. Pero si sabes de antemano qué es lo que generalmente te hace enojar, puedes detener las crisis. La autora del blog “Woman from Mars”, la exvicepresidenta de la compañía 20th Century Fox, Olga Nechaeva, cuenta sobre una técnica que la ayuda a lidiar con las emociones.
Imagina una situación: te sientes terriblemente cansada después del trabajo, te cuesta hacer dormir a tu hijo, sales de puntillas de la habitación y ya anticipas una media hora a solas contigo, cuando, de repente, suena el grito exigente “¡Mamá!”. Justo en ese momento, cuando estalla la ira, es importante comprender lo que te está sucediendo. ¿Aprietas los puños? ¿Te quedas sin aliento? ¿Te llena el resentimiento y la sensación de impotencia? Y luego tienes que recordar cómo se siente esta explosión de emociones, y “asignarle una tarea” al cerebro para que la próxima vez te avise que el ataque está por empezar.
Olga dice: “La próxima vez que escuche ‘¡Mamá!’, de repente voy a notar que estoy pensando: ahora me volveré loca. Así funciona el aviso. Y nos da una ventana de responsabilidad, un segundo para respirar y poder elegir entre actuar como antes después de cualquier desencadenante o enfrentarlo”. Por ejemplo, advertirle al niño que quieres descansar y que, si necesita algo, que vaya a buscarlo él mismo, es una buena forma de evitar rabietas.
3. Encontrar tu camino para controlar la ira
Cuando nos damos cuenta claramente de que hubo un desencadenante, su poder sobre nosotros se debilita. En ese momento podemos usar nuestra propia manera de calmarnos: ir a otra habitación, contar hasta 10, respirar profundamente o decir una palabra que te haga detenerte. En la película Locos de ira, era la palabra “gusfraba”. Los personajes tenían que decirla cantando durante un estallido de rabia. También puedes inventar tu propia frase clave.
4. Aprender a expresar emociones negativas sin agresión
Tienes que estar atento a cualquiera de tus emociones, incluso si se trata de ira o irritación. Es importante no reprimir tus propios sentimientos, sino aprender a expresarlos de manera constructiva. En lugar de elevar la voz, intenta liberar tu presión de otras maneras.
1. Usa mensajes “Yo”. Por ejemplo, en lugar de decir “Hiciste algo malo”, di “Me molestó tu comportamiento”. Esto permitirá expresar sentimientos negativos sin ofender al niño.
2. Convierte todo en una broma. Por ejemplo, puedes gruñir ferozmente, cantar ópera dramática, exclamar que tu paciencia se ha agotado y mandar a un monstruo de peluche resolver la situación, convirtiendo una situación difícil en un juego.
En caso de poder evitarlo, discúlpate. Después de una pelea, cuando todos los participantes se hayan calmado, discute sus causas y describe cómo te sentiste. Cuando en las relaciones familiares hay mucha confianza, uno quiere gritar mucho menos a menudo.
5. Declarar “Un día tranquilo” en tu familia
Si no puedes contenerte, haz un pequeño experimento. Trata de no gritar solo por un día (es mejor tomar un día de fin de semana para esto) y pídele al niño que haga lo mismo. Y pase lo que pase, intenta resolver el problema sin levantar la voz. Puedes declarar un “día tranquilo” una vez a la semana, y las formas para solucionar cosas que inventes durante ese período de “tregua” pueden ser utilizadas diariamente.
6. Reemplazar órdenes con reglas
En su libro ¡No les grites a los niños! ¿Cómo resolver los conflictos con los niños y hacer que te escuchen?, el psicólogo Daniele Novara aconseja a los padres establecer reglas claras en la familia. De esta forma, muchas razones para generar conflictos desaparecerán por sí mismas. No confundas las reglas con órdenes como “¡Siéntate y come!”, o “¡No tardes!”. Cuando ordenamos, siempre corremos el riesgo de enfrentar la desobediencia. Establece procedimientos claros que todos deben respetar de forma sistemática: a qué hora hay que acostarse, cómo hay que comportarse en la mesa, cuánto tiempo se debe pasar frente la computadora. Estas ayudarán al niño a entender cómo comportarse y, en ese marco, actuar de manera independiente.
7. Comprender las causas de tu ira
Supongamos que un niño tiene recibió una mala nota o se le cayó un vaso de jugo. Nada fuera de lo común, ¿pero te enfurece? Piensa en qué causa esa reacción. La psicóloga Lyudmila Petranovskaya argumenta que el motivo puede ser el agotamiento emocional de los padres, los sentimientos de culpa y el temor a la condena de los demás. Cualquiera sea el motivo de tu enojo, trata de descubrirlo, solo o con un psicoterapeuta. La ira a menudo reemplaza experiencias más profundas y, quizás, al cuidar tu estado mental, harás que la vida sea más fácil tanto para ti como para tus hijos.
¿Cómo actúas cuando tus hijos te hacen enojar?
Bonus: 11 Señales de un niño genio que ni siquiera los padres perciben
1. Dibujan, escriben, visualizan
Un niño talentoso es un coleccionista de información. Guarda en su memoria todo lo que ve. ¿Después de visitar un nuevo lugar tu niño puede dibujar un esquema completo de todo lo que ha visto? Te felicitamos, tiene capacidades excepcionales. Los científicos llaman a este fenómeno memoria eidética. Tal peculiaridad se encuentra únicamente de un 2 a un 10 por ciento en los niños y en los adultos esto es mucho menor.
- Leonardo da Vinci y Galileo también utilizaban este método de pensamiento. Dibujaban esquemas y diagramas. Lo que significa que hicieron visual su pensamiento.
2. Viven en las nubes
Los niños inteligentes no son ángeles con un comportamiento perfecto. Frecuentemente se ocupande sus propios pensamientos y “no escuchan” a sus padres. Además, crean mentiras e historias. Su imaginación asombra a los padres y maestros: ¿acaso el niño es mentiroso? Para nada. La imaginación activa es una señal de un alto intelecto.
- A menudo, un niño talentoso se aburre en clases. Por eso comienza a entretenerse con cosas más interesantes. El objetivo de los padres es explicar al niño el valor de la educación escolar.
3. Hablan rápido
La velocidad rápida del habla puede indicar capacidades extraordinarias mentales. Todo se debe a que los pequeños parlanchines tienen un amplio vocabulario. Los niños normales comienzan a hablar con frases cortas aproximadamente a los 2 años. Los niños talentosos a esta edad pueden elaborar una frase complicada.
- En raras ocasiones, los niños talentosos aprenden hablar tarde. Los científicos creen que en tales niños se ha desarrollado el síndrome de Einstein. Se cree que a Albert Einstein no tuvo ganas de hablar con las personas hasta los 7 años. Además, a otros genios tampoco les gustaba hablar, como el físico Richard Feynman o la matemática Julia Robinson.
4. No sufren de perfeccionismo
Normalmente, los niños talentosos eligen solo un área de especialización. O alternar sus intereses: hoy son dinosaurios, dentro de un mes los planetas. Los niños pueden estudiar su materia favorita durante muchas horas. Pero los pequeños genios dejan las asignaturas poco interesantes. Si tu niño es matemático, entonces puede manifestar desprecio hacia la lengua española.
- La mala escritura es otra señal de un genio potencial. Un niño escribe de una manera descuidada ya que no consigue hacerlo bien por la rápida corriente de sus pensamientos. Además, no reconoce las reglas impuestas en la escuela.
5. Son muy comunicativos
Se considera que los niños inteligentes son unos ñoños aislados. Sin embargo, existe el “intelecto social”. Para ser un genio, no es necesario mantener fórmulas de 100 líneas dentro de la mente. Los genios sociales saben y les gusta construir relaciones con las demás personas. Si tu hijo puede causar interés en sus amigos con un nuevo juego y el concepto de justicia no es ajeno a él, entonces también es talentoso.
- Los científicos también destacan el intelecto emocional: la capacidad de dirigir las propias emociones y las ajenas. De tales niños crecen directores exitosos, políticos y trabajadores de marketing.
6. Pasan mucho tiempo con los adultos
Un futuro genio no perderá la oportunidad de hablar con los adultos. Los niños normales, ante la sociedad adulta, se sienten incómodos, y los talentosos se relajan. Frecuentemente, los niños índigos se llevan bien con chicos más grandes. Sin embargo, la comunicación con compañeros de la misma edad es necesaria incluso para los niños prodigios. Los psicólogos advierten que los niños inteligentes pueden sentirse muy solos.
7. Demuestran actividad
Los futuros genios son muy activos. Tales niños comienzan a caminar y hablar antes que sus coetáneos. A menudo aprenden de una manera independiente a leer y escribir. Se cree que los niños inteligentes odian el deporte, se quedan en casa y leen libros. Es un error: los científicos dicen que los niños inteligentes son traviesos y necesitan moverse. Es un método para estudiar el mundo exterior.
8. Son propensos a los juegos que desarrollan una motricidad fina
Este punto está escrito especialmente para los padres de niños de dos años. Si un niño está jugando con pequeños detalles: pone cuentas dentro de un hilo o trata de unir las piezas de un rompecabezas, entonces tienes un hijo talentoso. La habilidad motriz fina contribuye al desarrollo de un distinguido intelecto. Los pedagogos están seguros de que los niños que son muy apasionados por los pequeños detalles, hablan y escriben mejor. Recuerda que todos los juegos con pequeños objetos tienen que pasar por la supervisión de un adulto. Aquí está la lista en la cual puedes comprobar las habilidades motrices de tu hijo.
9. Poseen un buen sentido del humor
El sentido del humor es una gran señal del intelecto. La capacidad de bromear y entender las bromas de otras personas indica un desarrollado pensamiento abstracto. Este niño tendrá muchos amigos. Sin embargo, no está exento de tener problemas ocultos. Sé atento con tu hijo, ya que bajo constantes bromas efervescentes puede estar escondido un serio estrés.
10. La impresionabilidad y la emocionalidad son parte de sus características
Los niños impresionables y emocionales poseen distinguidas capacidades creativas. Sin embargo, el sistema nervioso de niños prodigios se ve afectado por una seria sobrecarga. Todo eso es debido a una enorme cantidad de información. Los doctores advierten que, a pesar de que tu niño se exprese como una persona adulta, eso no lo hace un adulto.
11. Los futuros genios tienen padres adecuados
Los psicólogos han reflexionado durante mucho tiempo sobre la siguiente cuestión: en qué ambiente puede crecer un niño talentoso. Según los científicos, los padres ideales de un futuro genio se ven así:
- Bien educados y exitosos desde el punto de vista material.
- Papá es tranquilo y no autoritario.
- Mamá es intelectual, ya que los niños heredan las capacidades mentales de las madres.
Y tú, ¿has encontrado señales de talento de tu hijo? Cuéntanos sobre tu pequeño en los comentarios.
Bonus 2: 9 Principios del castigo a un niño que no dañarán su autoestima
1. No castigar por los actos sin intenciones maliciosas
En la mayoría de los casos, el niño no fue impulsado por un deseo de hacer algo malo, sino por su instinto de investigador. Si el pequeño lo hizo por motivos de este tipo, vale la pena apoyarlo, incluso si a su acto le siguió un disgusto. Lo mismo puede aplicarse a esas situaciones causadas por un accidente. El niño necesita que empaticen con él y se le sugiera cómo es mejor corregir las consecuencias derivadas del hecho.
Castigando por mala conducta una acción involuntaria, los padres se arriesgan a crear a una persona indecisa. Hará lo que le digan a la perfección, ya que se acostumbrará a comportarse de manera impecable en presencia de una persona autorizada. Al llegar a ser adulto, tendrá problemas para tomar sus propias decisiones, siéndole difícil asumir responsabilidades.
2. Prohibir y pedir son cosas diferentes
Este tipo de situaciones se denominan “acciones estereotipadas”. Por norma, los partidarios de una educación tradicional suelen caer en esto. La motivación de un adulto en este caso es sencilla: “porque es necesario” o “porque así lo hicieron mis padres”. Por ejemplo, entre las frases “es mejor que no juegues a la consola” y “no juegues a la consola” encontramos una gran diferencia: en el primer caso, es una petición, mientras que en el segundo, una orden. Regañar por este incumplimiento tiene sentido solo en el último caso.
Para un niño emocionalmente fuerte, esto no supondrá trauma alguno, mientras que a uno sensible le puede causar dolor. Al llegar a la edad adulta, se creará un sentimiento de culpabilidad. Cumplirá con las peticiones de absolutamente todas las personas a las que respeta, ya que temerá las consecuencias negativas de negarse a ellas o fracasar.
3. El castigo debe imponerse con la mente fría, sin emociones
Si un niño no quiere obedecer, algunos padres experimentan por ello una ira incontrolable, aunque generalmente lo amen con locura. Con frecuencia, esto viene asociado al hecho de que los adultos albergan expectativas demasiado altas con respecto al niño. Y cuando estas expectativas se enfrentan con la realidad, los padres acaban experimentando insatisfacción. Estas emociones, simplemente, deben eliminarse.
Un niño con una mente sana, a menudo, no se verá afectado por gritos frecuentes y el mal genio de sus progenitores, pero si el pequeño es demasiado susceptible, puede acabar teniendo problemas en el futuro. Entre ellos, los psicólogos hablan de la aceptación del papel de víctima, así como una dependencia a las personas con un estatus social más elevado.
4. El castigo en público es inaceptable
El castigo en público provoca en el niño un sentimiento de vergüenza frente a la sociedad que le rodea y, a menudo, solo desemboca en ira contra los padres. Los psicólogos no recomiendan utilizar incluso frases tan comunes del tipo “¿y qué dirán los demás?” Aproximadamente lo mismo, por cierto, ocurre con estimularlo en público, pero lo que se fomenta en este caso no es la vergüenza, sino las tendencias narcisistas.
El niño, resignado a ser “flagelado” delante de todos, se siente constantemente humillado y espera a que pronto vuelva a pasarle lo mismo. En la edad adulta, se convertirá en una persona que depende totalmente de la opinión de la mayoría, por lo que es poco probable que pueda tomar decisiones basadas en sus ideas personales sobre el mundo.
5. Si lo amenazaste con un castigo es necesario llevarlo a cabo
Si el adulto prometió un castigo, este debe cumplirlo. La amenaza no llevada a su fin, según los psicólogos infantiles, resulta ser peor que la ausencia de un castigo en absoluto. El niño se da cuenta de que las palabras de los padres se las lleva el viento y deja de tomarlas en serio. El sistema de valores en el niño se convierte en no apto para su uso: no puede entender la diferencia entre una acción mala y otra buena porque carece de un sistema de control definido.
Sin embargo, puedes olvidarte del castigo si la amenaza del mismo tuvo su efecto. Pero en este caso es necesario informar al niño que esta no es la norma habitual, sino una rara excepción a la regla.
6. ¿Se desconoce quién es el culpable? ¡Todos castigados!
Si un adulto no está seguro de quién es el culpable, castigar a un solo niño no es la mejor solución. En el caso de que haya amigos con él, es mejor abstenerse de realizar críticas en general, ya que no se debe regañar a los hijos de otras personas. Si son hermanos y el hecho es grave, obligando a un castigo, lo mejor será castigarlos a todos por igual.
De lo contrario, el “culpable” obtendrá el complejo de víctima y en el futuro puede convertirse fácilmente en alguien que siempre tiene la culpa de todo. Mientras que los no castigados desarrollarán una autoestima excesiva y un sentido de inmunidad, lo que tampoco, probablemente, tenga un efecto positivo al alcanzar su vida adulta. Por supuesto, estas consecuencias se manifestarán solo si los padres castigan regularmente a uno sobre el resto.
7. El niño es responsable solo por la acción actual y no por los errores cometidos en el pasado
Una de las reglas básicas de la educación: “castigado, perdonado, olvidado”. Un niño al que se le recuerda constantemente sus errores del pasado se convierte en un adulto sin iniciativa. Tiene miedo de innovar y por eso opta por la rutina. También le será muy difícil para una persona así aprender de sus errores: en vez de analizar cada situación en particular, simplemente entrará en bucle basándose en ellas.
En el caso de que los padres descubran un “delito” menor, al pasar mucho tiempo, después de que este se cometió, los psicólogos también recomiendan rechazar el castigo. Basta con explicarle al niño en qué consiste su culpa.
8. El castigo debe ser proporcional a la edad y sus predilecciones
El sistema que se sigue a la hora de castigar debe ser claro y equilibrado. No tiene sentido regañar de la misma manera unas malas calificaciones en la escuela que una ventana rota en la casa del vecino. A daños menores, castigos pequeños, mientras que por una mala conducta, de carácter grave, un castigo severo.
También hay que tener en cuenta la edad y sus aficiones. Si un adolescente adora las redes sociales, su ausencia obviamente se percibirá como un castigo severo, pero para un pequeño que utiliza los servicios de mensajería instantánea, no de una manera tan activa, este castigo puede carecer incluso de sentido.
Un niño a quien se le regaña del mismo modo por todas las travesuras y malos comportamientos no podrá construir un sistema adecuado de valores morales. Le será difícil distinguir las cosas según su significado. En términos generales, no verá la diferencia entre una ventana rota y suspender un examen.
9. Regañar sin recurrir a palabras obscenas ni a insultos
Esto sucede espontáneamente y bajo la influencia de emociones fuertes. Muchos padres ni siquiera se dan cuenta de qué es lo que llaman a sus hijos. Mientras tanto, los psicólogos recomiendan emplear solo un vocabulario neutral, no evaluativo.
En un niño que se aprecia sensible, los insultos bajan su autoestima. La palabra, soltada por su mamá o papá fruto del calor de la ira, puede quedar grabada a fuego en la memoria de incluso una persona adulta. Por cierto, a las niñas, estas cosas les afectan con mayor fuerza porque son más propensas a la reflexión que los representantes del sexo masculino.
¿Tal vez, tú personalmente te topaste con métodos erróneos de castigo que tuvo sus consecuencias? ¿Castigas o no a tus hijos? Cuéntanos más sobre ello.