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7 ilógicos métodos de crianza que seguían nuestros antepasados


Hace algunos siglos, los niños crecían de una manera muy diferente: maduraban mucho antes, trabajaban, y sus padres seguían unas reglas de educación completamente distintas a las de ahora. No todas estas prácticas eran buenas para los niños, por lo que no es sorprendente que pocas de ellas hayan sobrevivido hasta el día de hoy.

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Smalljoys sintió curiosidad por cómo se criaban los niños antes. Revisamos algunos libros sobre este tema y encontramos que los métodos de educación del pasado no solo eran extraños para los estándares actuales, sino que, en algunos casos, también eran peligrosos.

1. Jugar con un niño no se consideraba una actividad necesaria

Hasta aproximadamente el siglo XIX, los padres no se preocupaban por el desarrollo de sus hijos y no jugaban con ellos. Se consideraba que un niño no es una persona de pleno derecho, y por lo tanto jugar con él es una pérdida de tiempo. Pero los niños sí tenían juguetes: sonajas, pelotas y, por supuesto, muñecas. Cuanto más rica era la familia del niño, tanto más refinados y costosos eran sus juguetes. Los niños de familias pobres a menudo se hacían sus juguetes solos: de hierba y paja, de frutos de los árboles, de ramitas y de barro.

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2. Enviaban a los niños a trabajar en los hogares de otras personas

En el siglo XVI, en Inglaterra era costumbre que las familias pobres criaran a los niños en sus hogares como máximo hasta los 14 años. Luego, los niños y las niñas eran obligados a trabajar en otra familia, y se traía a la casa a otro niño. Así era posible ahorrar en la comida del nuevo miembro de la familia y cargarlo con un trabajo más duro. Hay ejemplos en que los niños se convertían en sirvientes en casas ajenas mucho antes, a los 7 o 9 años de edad.

La situación de los niños no cambió durante siglos. En los años 70 del siglo XIX, en la misma Inglaterra, en la producción de ladrillos se empleaban, según diversas estimaciones, de 20 a 30 mil niños de 5 a 16 años.

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Los niños trabajadores tampoco eran poco frecuentes en la primera mitad del siglo XX.

Por ejemplo, en la foto de abajo, que data de febrero de 1911, se muestra a unas pequeñas trabajadoras de la fábrica de conservas Maggioni, de la ciudad Port Royal (Carolina del Sur, EE. UU.).

Gracias al fotógrafo y sociólogo, Lewis Hine, conocemos los nombres y la edad de estas niñas: Josie (6 años), Berta (6 años) y Sophie (10 años).

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3. Extrañas reglas de cuidado de los recién nacidos

Había culturas en las que no era costumbre cortar el cordón umbilical de los recién nacidos. Se dejaba hasta que se secaba solo. Además, durante bastante tiempo, las madres estuvieron convencidas de que la primera leche era peligrosa para los bebés, por lo que se negaban categóricamente a amamantarlos en los primeros días después del parto. Cuando el bebé gritaba, simplemente le daban un chupete.

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4. Había chicos especiales para azotar

Incluso los príncipes de la corona inglesa podían ser castigados físicamente, aunque lo hacían de una manera muy peculiar. Entre los siglos XV y XVIII, se acostumbraba a castigar por las travesuras, pero no a ellos mismos, sino a unos niños especiales que vivían y se criaban con los príncipes. Por ejemplo, en la ilustración de arriba se ve al joven rey Eduardo VI y su niño para azotar.

El método resultaba ser bastante efectivo: como los pequeños nobles no podían jugar con nadie, excepto con un niño así, los niños tenían una conexión emocional muy fuerte. En consecuencia, el castigo de un niño causaba fuertes sentimientos en el otro.

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5. Los bebés dormían en cunas suspendidas del techo

Se creía que esto tenía un efecto beneficioso en el sueño del bebé, pero, en realidad, este tipo de construcción era extremadamente inseguro: el niño podría simplemente caerse de la cuna si se la balanceaba con demasiada fuerza.

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6. Sobrealimentación

Naturalmente estamos hablando de las familias ricas, donde intentaban alimentar a los niños con la mayor cantidad posible de las comidas más deliciosas y refinadas. A veces esto terminaba trágicamente: el niño no podía detenerse y moría por comer en exceso.

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7. Los niños pequeños a menudo se dejaban solos

Hasta principios del siglo XX, en las familias pobres era costumbre dejar a los niños pequeños solos en casa. Los padres rara vez se preocupaban por la seguridad de sus hijos, por lo que los bebés a menudo resultaban heridos. Esto se debía al hecho de que los adultos tenían que trabajar duro para alimentar a sus familias.

¡Qué bueno que todo esto quedó en el pasado! ¿Tal vez tú también conozcas algunos métodos de educación extraños, que fueron utilizados por nuestros antepasados? Compártelos con nosotros.

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Todos los adultos cometen el mismo error

“A menudo, a los niños se les hace una pregunta muy molesta: ‘¿qué quieres hacer cuando seas grande?’”, dice Logan. Según él, los adultos esperan escuchar a sus hijos diciendo que quieren ser astronautas, políticos o cirujanos. Pero el problema es que, como regla, estos son los sueños de los padres. ¿Qué quiere hacer un niño en el futuro? Lo más probable es que responda que quiere aprender a andar muy bien en monopatín o surfear, o tal vez quiera convertirse en un blogero o en un jugador de Minecraft famoso. Cuando Logan le hizo esta pregunta a su hermano menor, él respondió: “Amigo, tengo 10 años, no tengo ni idea. Tal vez me convierta en un esquiador. ¿Vamos a comer helado?”

Es decir, los niños responden a estas preguntas con lo que les apasiona en ese momento, lo que les parece interesante y genial, y eso generalmente no coincide con lo que los adultos quieren escuchar. El mismo Logan, respondiendo a la pregunta de qué quiere hacer cuando crezca, dio una respuesta obvia, pero muy profunda: “Cuando crezca, quiero ser feliz. Tan feliz como soy ahora”. Pero, como muchos niños, él está interesado en preguntas más simples, tales como: “¿me lavé las orejas?”, “¿Cómo se produjo el desorden en mi habitación?”, y, la más difícil, “¿cómo gustarles a las chicas?”.

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8 Cosas básicas que los niños realmente necesitan

 

Según los neurólogos, el cerebro del adolescente es bastante interesante: debido al insuficiente desarrollo de la corteza prefrontal y al gran número de neuronas en el cerebro, los niños suelen ser más creativos, pero también más caprichosos, inestables e impetuosos que los adultos. Así que, un adolescente promedio quiere cosas sencillas y claras: sentirse seguro, que no se burlen ni se rían de él, y que lo amen como es.

“Por lo tanto, me parece que, cuando los adultos nos preguntan qué queremos hacer, piensan que seremos sanos y felices automáticamente. Pero quizás no sea así. ‘Estudia en la escuela’. ‘Estudia en la universidad’. ‘Encuentra un trabajo’. ‘Cásate’. Y… ¡bam! ¡Serás feliz! ¿Verdad? ¿Y en dónde se les enseña a los niños a ser felices? Por alguna razón, la enseñanza de esta habilidad esencial está completamente separada del sistema de educación escolar tradicional”, admite el adolescente, destacando para sí mismo 8 componentes de felicidad que deben estar presentes en la vida de todos los niños:

  • Hacer deportes.
  • Comer bien y hacer dieta.
  • Pasar suficiente tiempo al aire libre.
  • Ayudar a otras personas.
  • Comunicarse con las personas y construir relaciones sanas.
  • Divertirse.
  • Descansar bien y aprender a lidiar con el estrés.
  • Desarrollarse espiritualmente.

Todos estos puntos fueron tomados de la obra del doctor Roger Walsh. Él los llamaba “cambios terapéuticos del estilo de vida”. Cuando Logan se estaba preparando para su discurso, le hizo algunas preguntas al científico. En particular, le cuestionó si las escuelas modernas priorizan esos puntos. La respuesta fue “no”. Los adolescentes aprenden todas estas cosas importantes afuera de los colegios, y la mayor parte de la educación escolar se centra en cómo aprender a ganarse la vida, no en cómo vivir.

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Tal vez, un niño debería abandonar la escuela por completo

En 2006, otro profesor, Ken Robinson, brindó en una charla TED uno de los discursos más populares en toda la historia de estas conferencias: “cómo las escuelas matan la creatividad”. En esta contó que la educación tradicional elimina la individualidad, y que la creatividad es tan importante como la alfabetización. El profesor propuso crear un sistema educativo destinado a desarrollar las capacidades creativas de los niños, en lugar de suprimirlas.

Logan dice que tuvo mucha suerte porque sus padres vieron este video y lo sacaron de una escuela tradicional a los 9 años. Decidieron que su hijo estudiaría solo, teniendo en cuenta sus intereses e individualidad. Es cierto que esta acción no fue aprobada por todos. “Recuerdo las lágrimas de mi madre cuando algunos amigos le dijeron que estaba loca, y que había tomado una decisión estúpida”, mencionó el niño.

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Cómo se puede obtener una mejor educación fuera de la escuela

El propio Logan afirma que, la mayoría de las veces, la escuela se parece a un Starbucks. Es decir, uno puede estudiar en cualquier lugar: en casa, en un parque, incluso en un café. Al mismo tiempo, el niño utiliza activamente los recursos en línea para la enseñanza, y no tiene problemas con la socialización: se comunica mucho con sus compañeros y encuentra personas con ideas afines en Internet. Lo principal es que, si una persona tiene una razón y una motivación para aprender algo, puede hacer mucho en poco tiempo por su cuenta.

Como la mayoría de los niños, Logan estudia matemáticas, ciencias e historia. Y, si antes no le gustaba escribir ensayos porque los maestros lo obligaban a hablar sobre el arcoíris y las mariposas, ahora está feliz de escribir sobre lo que realmente le interesa. Por ejemplo, sobre el esquí.

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Logan dice que su educación tiene un estilo “hacker”. “No tengo ningún programa específico. Estoy ‘hackeando’ mi educación.

Aprovecho las oportunidades que la sociedad, mis amigos y mi familia me brindan. Es como un collage de conocimiento, porque es una mentalidad, y no un sistema educativo”. Sin embargo, señala que cualquier adolescente puede usar este sistema, incluso en una escuela común.

Logan estudia física de forma práctica con amigos. Por ejemplo: los chicos construyeron una copia ampliada del péndulo de Newton y pusieron a prueba las leyes físicas básicas. Ellos experimentan mucho y no tienen miedo de cometer errores. Los adolescentes aprenden la historia a través de las biografías de personajes famosos y luego hacen obras de teatro basadas en ellas. Su experiencia educativa se transfiere al plano práctico y se combina con impresiones interesantes y actividad física.

Además, los chicos interactúan mucho con la naturaleza, y. de esta forma, aprenden a manejar sus emociones. En el marco de un “curso de cuerdas” a una altura de 18 metros sobre el suelo, aprendieron a lidiar con su miedo, y, lo más importante, a confiar entre sí.

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Las personas innovadoras son los nuevos ídolos de la juventud

Logan afirma que su ídolo es un esquiador alpino, a quien él llama “hacker”. Pero no hackea computadoras, sino estereotipos. “Muchas personas piensan que los hackers están obsesionados con la informática, que viven con sus padres y filtran virus por doquier. Pero no lo creo. Para mí, los hackers son los innovadores. Son personas que desafían y cambian el sistema, haciéndolo funcionar de manera diferente, mejor. Son personas con un pensamiento no estándar”.

El adolescente está convencido de que el mundo moderno necesita gente con esta forma de pensar, como Steve Jobs o Mark Zuckerberg. Al mismo tiempo, según nuestro protagonista, no estamos hablando necesariamente de desarrollo tecnológico. Hay muchas cosas que pueden y deben ser “hackeadas”. Por ejemplo, educación, deportes, medicina, o incluso la capacidad de vivir.

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Gracias a la educación no estándar, uno puede decidir su futura profesión a los 13 años

Finalmente, y, aunque tenga solo 13 años, Logan dijo que ya está pensando en abrir su propio negocio. Siempre le ha gustado el esquí, por lo que decidió comenzar a coser ropa para deportistas. El joven empresario comenzó su preparación con una acción práctica: visitó una fábrica que produce esquís y accesorios para averiguar qué conocimientos necesitaría en el futuro. Luego consiguió un trabajo como asistente de producción, con el fin de mejorar sus habilidades de diseño y costura. Además, el adolescente hacía repartos, limpiaba baños y brindaba cualquier ayuda a los empleados. Logan dijo que estos fueron sus mejores días, porque en la fábrica vio a personas felices, sanas y creativas haciendo lo que más les gustaba.

“La nieve me hace feliz. Y esa es una buena metáfora para mi vida, mi educación al estilo hacker. Si todos bajasen de las montañas como mucha gente piensa en educación, entonces todos descenderían por la misma ruta: la más segura. Pero la mayor parte de la ‘nieve’ habría permanecido intacta. Lo miro y veo miles de posibilidades: saltar desde un trampolín, estilo libre en una rampa, descender de una cornisa a otra… Así que empiezo a pensar que entendí lo que quiero hacer cuando crezca. Pero si me preguntan qué quiero para la adultez, sé que quiero ser una persona feliz”, concluyó Logan.

¿Crees que un enfoque no estándar en la educación puede hacer que los adolescentes sean más felices? Comparte tus opiniones con nosotros en la sección de comentarios.

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Bonus 2: Según la ciencia, vivir en el desorden hace que tu hijo se desarrolle mucho mejor

El desorden y el desarrollo de los niños

En múltiples ocasiones se ha dejado en claro la relación positiva entre el caos que los pequeños hacen al experimentar con sus sentidos y su imparable desarrollo cognitivo, el cual, con desorden o sin él, sigue en aumento. Pero sí, el hecho de que ellos hagan y deshagan es un empujón que los ayuda a aprender y desarrollar su creatividad.

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La importancia de esta “prisa” por mejorar el desarrollo y la creatividad desde la niñez se da por la idea que muchos de nosotros tenemos dificultades al querer corregir hábitos o aprendizajes en la etapa adulta. Por ejemplo, resulta más complicado, aunque no imposible, que un adulto adquiera habilidades creativas que un niño en pleno desarrollo cognitivo. Es por esto que un estudio afirma que vale la pena prestar atención y dejar que el pequeño sea desordenado.

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La hora de comer

Larissa Samuelson, una investigadora de la Universidad de Iowa (Estados Unidos), en colaboración con otros colegas, realizó el mencionado estudio con 72 bebés de 16 meses de edad. Dicha investigación analizó la relación del aprendizaje de palabras de los bebés con el juego y el desorden. En esa ocasión, lo hicieron con alimentos no sólidos, ya que, en estudios anteriores, se había demostrado que los niños pequeños aprenden más fácilmente con objetos sólidos porque pueden identificarlos debido a su tamaño y forma, los cuales no cambian.

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Así que, estos investigadores crearon un entorno que les resultara familiar a los bebés: una silla alta para comer. En sitios conocidos, el aprendizaje de palabras aumenta, y los niños de esa edad “están acostumbrados a ver cosas no sólidas en ese contexto, cuando están comiendo. Y, si los expones a eso cuando están en una silla alta, lo hacen mejor. Están familiarizados con la configuración, y eso les ayuda a recordar y a usar lo que ya saben sobre los no sólidos”, comenta Larissa.

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“Caos” es sinónimo de “aprendizaje”

Después, les ofrecieron a los bebés una variedad de alimentos de ese tipo, como papillas, jugos y sopas, y los presentaron con nombres inventados como “dax” o “kiv”. Era de esperarse que los pequeños se divirtieran en exceso al explorar, tocar, sentir, comer, y sí, también tirar los alimentos al suelo, para comprender qué eran y hacer la asociación correcta con los nombres que inventaron. Un minuto después, Larissa y sus colaboradores ofrecieron los mismos alimentos a los bebés, pero con diferente presentación en cuanto a cantidad, tamaño y forma, para luego pedirles que identificaran la misma comida con el nombre correspondiente.

El estudio determinó que los niños que se ensuciaron, jugaron e interactuaron con la comida tenían más probabilidades de asociar los alimentos con los nombres correctos. Pero no solo eso: “Resulta que estar en una silla alta hace que sea más probable que un niño se ensucie, porque ellos saben que pueden ensuciarse allí”, dice Samuelson.

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Si juega con la comida, estará aprendiendo

Los investigadores concluyeron que la mezcla del comportamiento, el entorno y la exploraciónde los niños a través del juego es lo que los ayuda a adquirir un vocabulario temprano, un aprendizaje que está vinculado a un mejor desarrollo y funcionamiento cognitivo posterior. “Puede parecer que su hijo está jugando en la silla alta, tirando cosas al suelo, y puede que realmente esté haciendo eso, pero también está obteniendo información de esas acciones”, sostiene Samuelson. “Resulta que puede usar esos datos más tarde, como la que ya tiene asociada a la silla alta con la comida. Jugar con los alimentos realmente ayudó a los niños del estudio a aprender mejor los nombres”.

¿Cómo reaccionas ante el desorden que hace tu bebé a la hora de comer? ¿Sabías que eso podía ser beneficioso para él? ¡Cuéntanos en la sección de comentarios!

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