La ira es una emoción que experimentamos ante situaciones de molestia e incomodidad. Es normal sentir enfado si presenciamos una injusticia o si alguien nos ofende. Sin embargo, cuando se reacciona violenta y descontroladamente, estamos ante un ataque de ira. Estos episodios pueden provocar aumento de la presión arterial, sudoración, tensión muscular y enrojecimiento. Así como el impulso de arrojar objetos, gritar, dañar mobiliario y a otras personas. Padecer este tipo de ataques es perjudicial para la convivencia y las relaciones sociales, por lo que es importante identificar el problema y adoptar acciones que ayuden a contrarrestarlo.
Causas y tipos de ira
La ira, como cualquier otra emoción, tiene una función concreta. En ocasiones, bajo la influencia del enojo, se hace presente una fuerza interior que permite hacerle frente a los obstáculos. El problema se presenta cuando hay un descontrol emocional que nos vuelve incapaces de regular esa emoción. Existen muchos factores que pueden derivar en un ataque de ira, tales como la frustración, malas relaciones interpersonales, incapacidad para resolver un problema, situaciones percibidas como amenaza o que obstaculizan el logro de un objetivo; además de condiciones médicas que provocan inestabilidad emocional, trastornos como la depresión, el alcoholismo, bipolaridad y abuso de sustancias.
Se identifican tres tipos de ira:
- Explosiva: se manifiesta como resultado de haber aguantado un malestar por mucho tiempo. Se da una acumulación de emociones que llegan a un punto crítico insostenible.
- Defensiva: es la respuesta al sentirnos atacados o amenazados por alguna dificultad.
- Instrumental: este tipo de ira surge como medio para lograr un objetivo. Cuando se piensa que no se es capaz de conseguir un fin sin usar la violencia.
Conocer las fases de la ira y las causas que la provocan es fundamental para comprender y aplicar las formas de controlar un ataque.
1. Identificar los síntomas físicos
Es importante prestar atención a las señales fisiológicas que se presentan previo a un episodio de ira, como la respiración entrecortada, aumento del ritmo cardíaco, sudoración, así como la elevación de la voz y la aceleración al hablar. La identificación de estos síntomas permitirá tomar una pausa en la conducta y, si es posible, distanciarse de la fuente de conflicto.
2. Poner nombre a lo que se esté sintiendo
Cuando nos estamos enojando, un conjunto de pensamientos nos golpea como una avalancha. Es recomendable concentrarse y ponerle nombre a ese sentir, así se logra racionalizar esa emoción para evitar una respuesta espontánea y desagradable.
3. Modificar el idioma emocional
La persona que está bajo un ataque de ira puede utilizar palabras altisonantes y un tono hostil para decir lo que siente. Aprender a expresarse bajando el tono de voz y usando un lenguaje más suave, ayudará a reducir la tensión y lograr una mejor comunicación.
4. Ser empático
Ponerse en el lugar de la otra persona nos ayudará a entender su actitud. De esta manera, podemos intentar comprender lo que sucede y evitar reaccionar negativamente a lo que nos han dicho.
5. Escuchar atentamente
Cuando se está muy enfadado, a menudo dejamos de prestar atención a lo que nos dicen, provocando que el conflicto se haga más grande. Escuchar adecuadamente a los demás potenciará la capacidad de entendimiento mutuo y evitará malentendidos.
6. Analizar las consecuencias
Antes de decir o hacer algo hiriente, es importante hacer un alto y pensar en las posibles consecuencias. Si no es la primera vez que se tiene un ataque de estos, es útil recordar lo que sucedió la vez anterior y cómo terminaron las cosas. De esta forma, se puede parar el posible ataque y evitar resultados de los que nos podríamos arrepentir.
7. Recordar que no es una batalla
Es muy difícil que los demás piensen igual tú. Tener diferente puntos de vista no significa un ataque. Debes recordar que la diversidad de opiniones es algo positivo y no convertirla en una batalla por tener la razón, esto solo te generará frustración y un mal rato.
8. Reflexionar las causas
¿El motivo del enfado realmente justifica tu reacción? Debes pensar en ello cada vez que sientas que la ira te atrapa. Racionalizar las causas de tu respuesta emocional es de vital importancia para evitar la conducta violenta.
9. Respirar y contar hasta diez
Aunque parezca bastante trillado, realizar respiraciones profundas contando hasta diez o al número que necesites realmente funciona. La respiración es medio de relajación cuando se realiza de forma consciente y pausada. Practicar técnicas adecuadas de respiración podría ayudar a mantener las emociones a raya.
10. Tomarse un tiempo fuera
Si nada de lo anterior funciona y sientes que el ataque es inminente, lo mejor es apartarse de lo que te cause malestar. Cuando no es posible distanciarse, puedes tomar un tiempo para aclarar tu mente antes de que el arranque empiece. Una técnica que podrías adoptar es repetirte mentalmente la palabra ALTO segundos previos a la pérdida de control.
Hábitos que pueden ayudar a prevenirlos
Además de aprender a controlar un ataque de ira cuando se está padeciendo, hay algunos hábitos que puedes adoptar para evitarlos.
- No acumular ira: aprende a gestionar el enojo para no estallar en cualquier momento.
- Descansar adecuadamente: cuando no dormimos lo suficiente, experimentamos un estado de cansancio que nos hace más susceptibles a las emociones y a la irritabilidad
- Mantenerse alejado de situaciones y personas tóxicas: hay personas con las que simplemente no podemos llevarnos bien; en este caso, es mejor no tener contacto alguno.
- Deshacernos de la conducta ganador/perdedor: las relaciones sociales no se tratan de ganar o perder, la frustración cuando algo no sale como se desea puede ser una causa de ira.
Cuándo se debe pedir ayuda profesional
Si los ataques se siguen presentando y te es imposible prevenirlos por ti solo, podrías estar sufriendo trastorno explosivo intermitente. Este se define como episodios repentinos de violencia y agresividad con una duración de aproximadamente 30 minutos. Las personas que lo padecen presentan los mismos síntomas que un ataque de ira, pero con mayor intensidad, y son incapaces de controlarse o pensar en las consecuencias. Suele ser más frecuente en adultos jóvenes y las causas pueden deberse a factores del entorno, genéticos o de estructura cerebral.
Un especialista profesional te evaluará y te canalizará al tratamiento adecuado, ya sea terapia psicológica o mediante medicamentos prescritos por un psiquiatra.
Bonus: 10 Trucos psicológicos que te ayudarán a marcar distancias con un manipulador
“Sí, creo que me enfadé demasiado otra vez y perdí los nervios. Perdona por enojarme tanto debido a un triste retraso de 40 minutos. Es mi culpa: no te lo recordé. Y las bolsas tampoco pesaban tanto”. ¿Te resulta familiar esta situación? Esperamos que no. Detrás de estos diálogos se oculta una manipulación fina y hábil como la telaraña de una araña insidiosa, tejida de adulación, chantaje, amenazas y sentimiento de culpa.
1. Deshacerse de la causa del incidente
Con mayor frecuencia, el manipulador utiliza una situación concreta: este es su as en la manga. Saturar de obsequios e insinuar constantemente el matrimonio, ayudar a la hora de encontrar empleo e imponer sus condiciones, las cuales, no coinciden con tus planes.
Priva al manipulador del motivo: del factor con el que está tratando de manipularte. Devuélvele su obsequio. Resuelve tus dificultades en el trabajo por tu propia cuenta. Disfruta, no le debes nada a nadie.
2. Desviar el foco de atención al manipulador
Lo que menos espera de su interlocutor el manipulador, que centra su atención en su objetivo, es una venganza instantánea, además, recurriendo a los mismos métodos. Hazle preguntas en señal de respuesta, cuya simplicidad perturbará al manipulador. ¿A un compañero le gusta delegar sus responsabilidades a los otros, entablando conversaciones de índole emocional y que confíen en él? Pregúntale si está dispuesto, a la próxima, a cumplir con tu parte de la tarea. Este tipo de preguntas permiten revelar lo absurdo de estas exigencias (¿o caprichos?) del manipulador. Planteando estas cuestiones, él verá la esencia de sus misivas y probablemente dé marcha atrás.
3. Abstraerse con la ayuda de simples métodos infantiles
En psicología, a menudo, las técnicas más sencillas son las que arrojan resultados sorprendentes. ¿Recuerdas que en la infancia hacíamos gestos con las manos por la espalda a los groseros del patio vecino?
El tiempo pasa, pero las tradiciones perduran. Muestra este gesto con una mano, tapándola con la palma de la otra. Mentalmente, dirígela al manipulador. Te sorprenderás, realmente funciona. No te rías e inténtalo.
4. Tratar al otro por su nombre
Esto no solo es agradable para el interlocutor, sino que también es beneficioso para ti mismo. La idea no es nada nueva: Dale Carnegie escribió en 1936 sobre la importancia de dirigirse a una persona por su nombre en su libro Cómo ganar amigos e influir sobre las personas. Este tratamiento establece la comprensión mutua. Una nota importante: es mejor dirigirse al interlocutor con la forma derivada de su nombre que más le agrade. Pídele que se presente. ¿Cómo se llamará a sí mismo: Fran, Francisco o Francis? Vale la pena utilizar, precisamente, esta forma. Las personas a las que tratamos por su nombre son más amigables con nosotros. Utiliza este método con el manipulador y es muy probable que pierda las ganas de aprovecharse de ti.
5. Mirar fijamente a los ojos
Al igual que en los casos anteriores, el objetivo de esta técnica es desequilibrar al manipulador. El primer paso es rechazar la misiva que no te interesa. No en vano, para un manipulador experimentado esto no será un obstáculo. Mira fijamente a los ojos de tu interlocutor, negándole su solicitud.
El compañero se sentirá acorralado. El contacto visual requerirá de una respuesta, por ejemplo, de una explicación. O bien esta acción le parecerá un reproche entre líneas, que también podría funcionar.
6. No permitirse generalizar
La táctica estándar del manipulador es sacar de contexto una situación específica y presentarla como un comportamiento típico del otro, generándole sentimiento de culpa y vergüenza. Por ejemplo, la esposa se enojó porque su marido se olvidó de sacar la basura. Ella le reprocha que elude constantemente las labores domésticas, aunque obviamente se trata de un caso aislado. No permitas al manipulador emplear tales generalizaciones. Tranquilamente, pídele que ponga como ejemplo situaciones que le permitieron llegar a esta conclusión.
7. Repetir hasta que nuestra idea cale en el manipulador
Una canción que no paran de ponerla molesta. Y no solo a un aficionado a la música. A los manipuladores tampoco les gusta escuchar la misma frase “en bucle”, especialmente si les resulta desagradable. ¿Sientes que tu interlocutor no deja de presionar intentando que tomes la decisión que más le conviene a él? Pensamos en una respuesta universal y la repetimos con una entonación firme propia de una persona que está completamente desprovista de emociones. Tantas veces como sea necesario para que lo comprenda el manipulador.
Respuestas universales: “No voy a hacer eso”, “No me gusta esta conversación”, “Vamos a dejar el tema”, lo importante es no cambiar la entonación y no expresar las emociones. Eso no debe sonar especialmente indiferente o sarcástico. Un ejemplo de este tipo:
— Pensaba que me entendías.
— Estoy dispuesta a escucharte de nuevo.
— ¿Qué sentido tiene hablar contigo si no eres capaz de escuchar?
8. Distraerse y relajarse
Otra técnica de juego que ayuda a percibir la situación con ligereza y humor. Imagina que entre tú y el manipulador hay un gran acuario con gruesas paredes de cristal. Ningún sonido lo atraviesa. Solo ves el movimiento de los labios de tu interlocutor y ni siquiera puedes imaginar de qué está hablando.
9. Mantener la distancia
A los manipuladores les gusta invadir el espacio personal del otro, añadiendo el contacto corporal: acercarse más, tocar el brazo, dar palmaditas en la espalda. Para detener el proceso de manipulación, retrocede unos pasos. Esto te permitirá mantener las distancias e interrumpir el contacto.
Para muchos de nosotros no es fácil mantener la compostura o responder rechazando la comunicación interpersonal. En este caso, puedes pedirle a tu interlocutor hablar este tema por escrito. Esta solución es ideal, por ejemplo, en el trabajo.
10. Aplicar autoanálisis
Los manipuladores quieren infundir sentimiento de culpa en la víctima. Por ejemplo, los padres, ligeramente enfermos, se quejan de su salud, para que sus hijos acudan a ellos con la primera llamada, dejando a sus familias, trabajo y cosas importantes. ¿Atormentado por este sentimiento de culpa? ¿Estás de acuerdo con la opinión que te imponen sobre tu propia inutilidad, egoísmo, ingratitud? Formúlate las siguientes preguntas:
- “¿Realmente soy egoísta? Después de todo, hice mucho por ella en el pasado. La semana pasada nos vimos tres veces, limpié su departamento, compré las medicinas y le dejé dinero”.
- “¿De verdad soy tan malo? Hay cosas que muestran lo contrario”.